Hace ya casi dos semanas que los publicistas de Madison Avenue nos dijeron adiós, dejando un vacío irremplazable. Está claro que hay muchas series buenas en la actualidad, pero ya llevábamos casi 8 años compartiendo mad moments con esta mad people, con sus complicados mad men y sus maravillosas mad women. Don, Peggy, Joan, Betty, Roger, Sally e incluso Pete serán difícíles de reemplazar. "Mad Men" ha sido una serie de personajes, unos personajes que, con el gran talento de su creador Matthew Weiner, han conseguido traspasar la pantalla, trasladarnos al Nueva York de los años 60, con su ropa, su música y su estilo. Muchos son los medios que han bautizado a "Mad Men" como aquella serie en la que no ocurre nada, quizás sea cierto, pero ¿cómo puede ser que en la serie donde nunca ocurre nada, tras ocho años, tengamos la sensación de que hemos vivido tantas cosas con estos personajes que pervivirán para siempre en los anales de la ficción televisiva?. Sólo hay una respuesta posible: "Mad Men" es una serie fantástica, que no tiene parangón, y que no ha necesitado de recursos culebronescos, ni de grandes cliffhangers de final de temporada, sino que le ha bastado con unos personajes interesantísimos y muy bien dibujados para ofrecernos todo lo que necesitamos de una serie y mucho más.
En los últimos días antes del desenlace de la serie, muchas fueron la teorías, casi conspiratorias, que flotaban por la nube cibernáutica sobre cuál iba a ser el final de "Mad Men". Concretamente, una que a mí me llamó especialmente la atención es aquella que relacionaba a Don Draper con D.B. Cooper, nombre atribuido a un hombre que secuestró un avión en Estados Unidos el 24 de noviembre de 1971, y que recibió un rescate de 200 000 dólares, para luego saltar en paracaídas desde la aeronave. El nombre que el secuestrador usó para abordar el avión fue Dan Cooper (inquietantemente parecido al del protagonista de "Mad Men"). Muchos eran los que relacionaban la caída del hombre de silueta oscura que aparece en los títulos de crédito iniciales de la serie, con el de ese personaje que consiguió escapar de la justicia, creando una incertidumbre sobre su paradero que continúa intrigando al público. Por apasionante que fuera esta teoría, ahora podemos decir con conocimiento de causa que poco se ha acercado al desenlace de la serie.
Lo cierto es que el parecido entre Don Draper y Dan Cooper es asombroso, tal y como podemos observar en el retrato robot que las autoridades hicieron circular en su momento.
Lo que sí que todas las teorías parecían apuntar es el mal final que le esperaba a Don. Claramente, la serie ha sido un constante descenso hacia los infiernos de su personaje principal. Ese hombre que le arrebató la vida y la identidad a un compañero de guerra y que consiguió reinventarse a sí mismo y crear el mejor producto de la historia de la publicidad americana: Don Draper. Si era capaz de vender ese hombre creado de la nada, sería capaz de vender cualquier cosa. Aún así, a lo largo de la serie, muchas han sido las veces que hemos visto a Don caer en el abismo y resucitar de sus propias cenizas, aunque esta vez todo parecía indicar que el último día de Don Draper estaba ya muy cerca. De ahí el gran mérito de Weiner de sorprendernos con un final que pocos esperábamos y que no por ello ha sido menos brillante y menos coherente; más lo contrario, ha conseguido darle un broche final de excepción a una serie que ciertamente ha marcado un antes y un después en las ficciones televisivas.
Las últimas llamadas de Don:
La acción del último episodio nos sitúa a un Don perdido en medio de la nada de algún lugar en Utah, jugueteando con la velocidad al más puro estilo James Dean, rollo "vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver...". Totalmente desvinculado de su vida de ejecutivo agresivo de las agencias de publicidad neoyorquinas. El primer toque de realidad que recibe es al llamar a su hija Sally, ésta, convertida ya en toda una mujercita, no es capaz de ocultarle a su padre que a Betty (aquella mujer infeliz pegada a un cigarro) le ha sido diagnosticado un cáncer de pulmón en un estado tan avanzado, que poco pueden hacer los médicos para salvarla. La noticia resulta devastadora para Don, que poco tarda en traicionar la confidencia de su primogénita para llamar a Betty en un de los momentos más conmovedores de este episodio final. Don habla con Betty tratando de mantenerse en equilibrio sobre la delgada línea que separa su enfado de su inmensa tristeza. Se me pone de nuevo la piel de gallina cuando tras un doloroso silencio Don le dice a Betty: "Birdie..." y ella responde: "I know...". Ni en un momento así Don es capaz de decirle cómo la ha querido a pesar de todo lo que le ha hecho y lo mucho que la sigue queriendo, porque sí, se puede hacer mucho daño a alguien, ser un auténtico bastardo con esa persona, pero aún así quererla hasta lo más adentro de tus entrañas; así de complicado es el ser humano. Pero "Birdie" ha volado del nido de Don para siempre y esta vez para iniciar un viaje sin retorno...La tercera y última conversación telefónica tiene lugar con otra mujer, que aún y no ser ni la hija ni la ex-esposa de Don, es una de las mujeres más importantes de su vida. Don parece que ha tirado la toalla, se encuentra en una especie de retiro espiritual situado en una casa con grandes extensiones de césped situada al lado de un acantilado de las costas californianas. Todo parece indicarnos que Don ha decidido apartarse del medio, no ha conseguido, a pesar de reinventarse a sí mismo, encontrar el producto que todos estamos buscando cuando encontramos algo: la felicidad. Ni todos los éxitos publicitarios, ni todo el dinero y el glamour del mundo de la publicidad de los años 60 y principios de los 70 ha conseguido borrar de su alma a aquel niño a quien incluso su propia madre le dio la espalda y que tuvo que crecer y forjar sus parámetros morales en un burdel. Por ese motivo llama a alguien que también ha sido capaz de reinventarse a sí misma, de demostrar con su talento que es capaz de ocupar la misma posición que los hombres en un mundo lleno de testosterona. Peggy Olson. Don le confiesa a Peggy todo lo que ha hecho, en lo que parece un último legado. Peggy no para de repetirle que vuelva a casa...
Don: Lo he echado todo a perder. No soy el hombre que crees que soy.
Peggy: Don. Escúchame. ¿Qué has podido hacer que sea tan malo?
Don: Rompí todos mis votos. Escandalicé a mis hijos. Tomé el nombre de otro hombre y conseguí nada con eso.
Peggy: Eso no es cierto.
Don: Sólo llamé porque me di cuenta de que nunca te dije adiós.
Peggy: No creo que debas estar solo en este momento.
Pero ni la conversación con Peggy, con la que ha compartido momentos tan intensos como el que vivimos en el episodio en que Don visita a Peggy cuando ésta acaba de tener un bebé y éste le dice "Esto nunca ocurrió. Te sorprenderías de cuántas cosas nunca ocurrieron", dejándole claro que no debe dejar que un hijo arruine su ascendente carrera dentro del mundo de la publicidad. O lo que compartieron en el maravilloso episodio 4x07 ("The Suitcase"), todo un manual de cómo hacer un episodio excepcional.
De esta manera, vemos a Don despedirse por teléfono de sus tres pilares en la vida, su hija, su ex-esposa y su protegida. Tres emotivos momentos que no hacen más que confirmar cuánto talento tiene el equipo de guionistas de Wiener y el espléndido trabajo de todos y cada uno de sus actores y actrices.
El gran giro final que Weiner nos tiene preparado nos viene de la mano de un desconocido. Don decide asistir a una terapia de grupo, donde un hombre se pone a hablar de su miserable vida, y por alguna razón Don empatiza totalmente con su situación, con su tristeza, con su desolación absoluta, y cuando este desconocido rompe a llorar desconsoladamente, Don se levanta y le abraza como no le he visto abrazar a nadie en 7 temporadas. Don que ha ido busando la salvación en toda la gente que lo rodea, finalmente la encuentra en un desconocido, que consigue hacerle ver que aún tiene que seguir luchando y haciendo lo que mejor sabe hacer, vender la felicidad.
Inmediatamente después de esta emotiva escena, vemos a un Don sin gomina en el pelo, con el cuello de la camisa abierto y descalzo en posición de yoga, sentado sobre un verde césped al lado de un acantilado, con el ténue murmullo de las olas del océano Pacífico, y durante esos momentos de meditación, en los que parece que Don se retirará de la caótica vida de Madison Avenue y se convertirá en una especie de Hari Christner, un cling hace que se dibuje una pícara e intrigante sonrisa en su rostro. Dicha imagen va inmediatamente seguida del anuncio de Coca-Cola "I'd Like to Buy the World a Coke" de 1971, con ese pegadizo estribillo que dice "I'd like to teach the world to sing / In perfect harmony / I'd like to buy the world a Coke / And keep it company / That's the real thing.". Don y su corta aventura con la meditación, no le han llevado a convertirse en una persona zen o en alguien distinto; sólo le han llevado a crear la campaña publicitaria más influyente de la historia del márketing. Don vuelve a lo que mejor sabe hacer, convertir en real una felicidad no real, prefabricada, como la Coca-Cola, el sabor artificial de mayor éxito a nivel mundial y cuya receta secreta siempre será una de los misterios mejor guardados del mundo, es "The Real Thing".
Antes de este final se nos da un cierre a todas las historias de los personajes principales. Por un lado tenemos a Peggy, que finalmente se da cuenta que el trabajo es importante, pero que también tiene que cuidar su vida personal y especialmente el amor, que lo ha tenido frente a sus ojos todo este tiempo sin darse cuenta. Estoy hablando de Stan. Así tiene lugar una bonita escena romántica, al más puro estilo de las películas de Audrey Hepburn o Cary Grant, que aunque resulta algo forzada o precipitada, le da a Peggy el broche final que se merece. No quiero hablar de Peggy por última vez sin mencionar su triunfante aparición en McCann-Erickson cargando con todos sus bártulos, entre los que se encuentra una repografía de la obra "El sueño de la mujer del pescador" del artista japonés Hokusai (obra que representa la liberación sexual de la mujer), luciendo unas gafas de sol super-cool, sosteniendo un cigarrillo en los labios y en slow-motion. De esas imágenes para la posteridad, como tantas otras no ha ofrecido esta serie.
En el momento previo al sorprendente final de Don, se nos muestra una secuencia de imágenes donde podemos ver lo que será la vida de los personajes a partir de ese momento. Así vemos a Peggy feliz junto a Stan, por fin habiendo conciliado su vida profesional con su vida personal; a Roger Sterling feliz en un café de París junto a la madre de Megan, con la que posiblemente se ha casado o juntado; a Pete Campbell con pinta de millonetis subiendo a un avión junto a su esposa de siempre; A Joan atendiendo al teléfono en la productora que ha montado en su propia casa, para poder cuidar de su hijo, como madre soltera y mujer independiente; y, finalmente, la imagen más demoledora de todas, cuando vemos a Sally haciéndose cargo de la casa, porque Betty está enferma sentada en una silla de la cocina fumando como un carretero, como hará hasta el último aliento que le quede de vida.
Algo que me resulta realmente fascinante del final de la serie es el hecho de como la historia de todos estos personajes de ficción parece que esté vinculada con la realidad. La empresa McCann-Erickson fue la que en realidad lanzó en 1971 el famoso spot de Coca-Cola, por lo que parece que podamos creer que detrás de esa idea hubo un vedadero Don Draper, que regresó a Madison Avenue para crear la idea de "The Real Thing" junto a su siempre fiel Peggy Olson y que finalmente Joan Harris, desde su productora Harris/Holloway (sus dos apellidos el de casada y el de soltera, porque ella y sólo ella es su propia jefa a partir de entonces), fue la que lo rodó. Un broche perfecto para una serie que roza la perfección.
Excelente y acertado artículo que nos llena de felicidad a quienes tuvimos el gran placer de haber trabajado en McCann y de conocer en esta gran agencia a varios Don Draper.
ResponderEliminarOstras Eduardo!
EliminarMe has dejado con los ojos como platos con tu comentario! Qué suerte haber formado parte de la historia de McCann!
La verdad es que me encanta cómo el final de Mad Men ha sabido entretejer la realidad con una ficción, haciendo que parezca que esos personajes realmente han formado parte de la historia de la publicidad.
Una vez más una serie como pocas ha habido en la TV.
Muchas gracias por pasarte por el blog y comentar ;)
Un saludo!
Hola, te sugiero visitar en el link adjunto el vídeo de Google que "enfrenta" los criterios creativos de los verdaderos Mad Men de los años 60 y 70 con los jóvenes comunicadores del nuevo milenio...aqui verán que la tecnología es otra, pero la esencia del la creatividad permanece: https://youtu.be/cvDoGt1tJy8
EliminarMe encanta como me resumes todo lo que traté de entender pero la emoción no me dejo!.Muchas Gracias!
ResponderEliminarBuenas!
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado el post.
Muchas gracias a ti por dedicar un tiempo a leerle y a dejar un comentario.
Saludos!
Un post genial, perfectamente analizado y explicado. Qué gran serie y qué gran hueco nos va a dejar a todos los que nos cautivó en cada escena.
ResponderEliminarBuenas Sonia!
EliminarMuchas gracias por tu comentario. La verdad es que sí que se echará mucho de menos esta serie, deja un vacío difícil de rellenar.
Un saludo!
Un final genial el de Mad Men que has sabido concretar muy bien. Gran post, enhorabuena.
ResponderEliminarUna pregunta, y después de Don Draper que nos queda?
Buenas Miguel!
EliminarMuchas gracias por tu comentario ;)
Esa es una buena pregunta. La verdad es que el final de Mad Men es hueco difícil de llenar. Yo sigo un montón de series. Que te pueda recomendar fervosoamente, están "The Good Wife" (pura elegancia), "House of Cards" (personajes maquiavélicos), Orange Is The New Black (pura originalidad y un casting femenino muy atractivo), Rectify (una serie muy especial), Transparent (uno de mis estrenos preferidos de la temporada 2014-2015). No sé si sigues alguna de estas ;)
Un saludo!
Hola David (¿es tu nombre, verdad?): realmente muy consistente tu post. De primera categoría. Así que no queda más que felicitarte. Mi esposa siempre me decía que la imagen del hombre que se cae remitía al 9/11. Pero no! Diste una nueva (y maravillosa) pista. Puede que no se materializó en el final de Mad Men, pero seguro que estuvo dando vueltas en la mente de Weiner y los demás guionistas de Mad Men. Todos los grand finale de las primeras temporadas remitieron a hechos reales (el debate JFK-Nixon; La muerte de JFK, la pelea Ali-Frazer; la llegada a la luna, etc). The real thing no es más que el broche de oro para esta excepcional serie. Y -concordando con vos- House of cards y The Good Wife están allá arriba entre las mejores de todos los tiempos. Agrego dos que tienen el mismo autor: The West Wing y The Newsroom. Esta última posee (pese a sus tintes dramáticos y que se trata de una lección de Historia contemporánea) un elemento distintivo: el humor, la gracia y la emoción. Emily Mortimer demuestra que es mejor actriz del mundo, ...lejos. Saludos
ResponderEliminarBuenas, Mario. Me alegro que te haya gustado el post :)
EliminarTomo noto de tu recomendación de The West Wing, The Newsroom la vi, es una serie que tengo pendiente, pero que por cuestiones de tiempo no he podido visionar, a ver si algún veranito que tenga tranquilo, me animo y me ego una maratón de esa serie.
PD: sí, mi nombre es David, encantado ;)
Un saludo y muchas gracias por pasarte por el blog y comentar
Y agrego un dato, David, que se me pasó al hacer el comentario. Weiner meditó el (o los) final (es) hasta el final (valga la redundancia). Por qué digo esto? Simplemente, porque había leído y visto entrevistas al creador de Mad Men donde afirmaba que la serie terminaría en la actualidad con un Don Draper viejito y solo. Y ¡nada de eso ocurrió!
EliminarAh... y va este contacto. http://www.seriales.us/series/the-newsroom
EliminarYo eso de ver un Don Draper anciano también lo había leído, prefiero el final de la chispa e la vida ;)
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